jueves, 13 de noviembre de 2014

La hýbris y la entrevista con Solón

Después de meses sin publicar en este blog y sin intención de abandonarlo, continúo esta serie de clásicos con el tema del que hablé en la última entrada.


Solón, considerado uno de los siete sabios de Grecia se entrevista con Creso en el viaje de aquel a Lidia y aunque parece que el encuentro nunca tuvo lugar, pues por lo visto Solón ya no existía cuando Creso apenas había nacido, Heródoto lo cuenta y nos habla de un concepto que estará presente en toda su obra; la hybris, la desmesura. Quizá también la hybris tenga algo que ver con el remordimiento.  


Solón y Creso (1624) Gerard van Honthorst


La desmesura conduce al hombre a la tragedia. Nadie puede vivir en permanente suerte de gracias. Algo así se pensaba entonces, aunque hoy creamos que haya personas que nacen con estrella. Y Creso, un rey afortunado, indemne en batallas como lo fue también su contemporáneo Polícrates, el tirano de Samos, se entrevista con Solón y aquel le interroga para que le cuente quién, a su juicio, es el mejor de todos los hombres,  el más afortunado, lo que se podría llamar un hombre de pro y esperando a que éste respondiera que el mismo Creso, Solón no le cuenta a él entre los mejores y se inclina para tan estimado honor sobre griegos que culminaron proezas, terminadas en tragedias heróicas como narraban los poetas, lo cual apesadumbró al rey. 
Una serie de desgracias encadenadas se sucedieron hasta sus últimos días.

Creso tenía dos hijos y uno de ellos, Atis, sobresalía entre todos los demás chicos de su edad. Tuvo un terrible sueño donde se manifestó la muerte de su más valioso hijo y le auguraba su muerte a causa de una flecha.

Prohibió a su hijo viajar a ninguna de las expediciones guerreras ni monterías y prácticamente lo tenía enclaustrado.

A esto, llegó un exiliado de otro pueblo pidiendo asilo, un tal Adrasto hijo de Gordias, nieto de Midas, que por error había dado muerte a su propio hermano y pedía ser purificado en esas tierras de Lidia. Creso le concedió asilo y purificación.

Y en una desgraciada montería a la que Atis suplicó a su padre el poder asistir encontró aquel la muerte por error, nada menos que a manos de Adrasto, el joven exiliado, cumpliéndose así el sueño de Creso.

Este fatídico final pone de manifiesto para las gentes de entonces que la hybris finalmente se cobra su "justo" castigo.

Orestes perseguido por las Furias, de William-Adolphe Bouguereau. 


Más adelante Creso pone a prueba los oráculos para encontrar una respuesta satisfactoria que le de ánimos para enfrentarse contra los persas, imperio por aquel entonces emergente, ya que se había unido a la vez al poderoso imperio de los medos acabando ambos definitivamente con el gran imperio Babilónico.

Sus preguntas a los oráculos no debieron encontrar buen apoyo.
Creso estaba muy crecido y desconocía seguramente el alcance que tenía el imperio persa así que se aventuró al enfrentamiento y condujo a su ejército a la Capadocia (paisaje de roca volcánica donde tuvo lugar el rodaje de La guerra de las galaxias) para enfrentarse a los persas en una indecisa batalla en Pteria donde parece que ningún ejército se alzó con la victoria (Por cierto que en dicha batalla, en el avance de las tropas lidias hacia Capadocia, Heródoto menciona que Tales de Mileto ideó una estratagema en favor de los lidios para acortar el recorrido hacia la Capadocia a lo largo del río Halis, nada menos que desviando el curso del río creando así un atajo)

Tras la batalla, Creso vuelve a Sardes y finalmente Ciro asedia la ciudad haciendo prisionero a Creso.

Creso, condenado a muerte por el rey persa es subido a la pira para ser quemado vivo cuando aquel, vista su desgracia, recuerda las palabras de Solón sobre que nadie, por afortunado que sea está libre de la desgracia, y en ese momento pronuncia el nombre de Solón implorando por su desdicha y es entonces cuando el rey Ciro se interesa por sus murmuraciones y hace apagar el fuego de la pira a tiempo para interrogarle por esas palabras de lamento que no podía escuchar bien. Creso, entre sollozos le habla de los sabios consejos de Solón en cuanto a la hybris y le hace ver al gran Ciro que da igual la cantidad de riquezas que se puedan tener en una vida si al final uno acaba muriendo como todos. En definitiva, las riquezas lo mismo que llegan se van. El rey Ciro se compadece de él y se mira a sí mismo para comprender que su final bien pudiera ser el mismo que el de Creso y le salva la vida otorgándole el privilegio de ser en lo sucesivo su consejero.