viernes, 23 de junio de 2017

El imperio Persa contra Grecia. Los preparativos.

Esta entrada, en su contenido, es cronológicamente anterior a la que publiqué hace un tiempo.

En su Libro VII, Heródoto, comienza hablando de la reacción de Darío I ante el fracaso de la campaña persa en Maratón. 

Corría el año 480 a.c cuando el rey persa, decide planificar una nueva campaña para castigar a los griegos; cabreado por las continuas sublevaciones de las ciudades jonias de la costa oeste de Anatolia (antaño Lidia y a la sazón dominada, en gran parte, por la satrapía de Artafrenes desde Sardes).
Pero Darío muere antes de poner en práctica su plan, aunque lo deja a buen recaudo, en manos de su hijo y heredero Jerjes; fruto de su matrimonio con Atosa (*), hija de Ciro II el grande; aquel rey que unificó el imperio medo, lidio y babilónico, formando el gran imperio persa. 

Así que, Jerjes continúa con los deseos de su padre y congrega a los gobernadores (sátrapas) de todas las satrapías para reunir efectivos. 
Expone sus planes al abrigo de las opiniones favorables de su general Mardonio, pero en la reunión, uno de los consejeros, su tío Artábano, que también lo fue de Darío, intenta persuadir al rey para que no lleve acabo el plan, increpando fuertemente a Mardonio, aduciendo razones que, en muchos casos, según Carlos Schrader, dejan ver la influencia griega en la narración de Heródoto. Por ejemplo, Artábano habla de la prudencia. Y esto no significa que los persas estuviesen afectados por la cultura griega en este sentido, sino que la narración está hecha bajo esa interpretación.

Y Jerjes, quizá algo molesto por el contradicho de su tío (a cualquier otra persona que contradijera al rey le habría costado la vida), lo recapacita en su lecho.

Una noche, una aparición divina le insta a llevar a cabo la empresa, y sin hacer caso del sueño, Jerjes comunica a sus sátrapas la decisión de no iniciar las hostilidades con la consiguiente alegría de sus vasallos. 
Pero esa aparición nocturna, vuelve a repetirse advirtiéndole de su errónea decisión y lo amenaza con grandes desgracias para su persona.

Exaltado Jerjes, habla con Artábano para contarle lo sucedido convenciéndole para que utilice sus ropas y su lecho, con el objeto de hacer creer a la divinidad que es el propio rey quien yace en el lecho y, de esta forma, mostrar a Artábano que es cierto lo que dice. Pero Artábano, con cierta incredulidad seguramente y con "razones muy griegas" (**), le intenta hacer ver que, no por vestir sus mismas ropas y dormir en su mismo lecho, iba a significar que fuera también a ser objeto de dicha aparición, pues de ser una divinidad realmente, algo así no la iba a engañar. (Quizá se debían creer que, tales apariciones, sólo podían tener lugar para las dignidades reales)

Con todo, Artábano obedece las órdenes y acaba teniendo la misma experiencia que Jerjes, a sabiendas además, por parte de la divinidad, de que la persona que yacía en el lecho era el propio Artábano y no su rey.

Apuesto a que Artábano, simplemente quiso llevar la corriente a Jerjes con tal de no ser reprendido por su rey, no fuera a ser que acabase degollado, por listo. 
No obstante, Artábano es pintado por Heródoto como un hombre de gran sabiduría y experiencia.

Y así es como parecen decidir llevar acabo la nueva empresa contra Grecia; y con un largo peregrinaje de decenas de miles de soldados persas, atraviesan Lidia hasta el actual estrecho de Dardanelos, puerta hacia Europa. La Batalla de las Termópilas está cerca.


Guerreros persas, posiblemente Inmortales. Friso del palacio de Darío I en Susa. Ladrillos esmaltados, c. 510 a. C., Museo del Louvre. (Fuente Wikipedia)



(*) Sería interesante conocer las intrigas y tejemanejes que debió llevar a cabo Atosa para la subida al poder de su hijo, pues Darío tuvo muchos hijos de distintos matrimonios, siendo el de Atosa el segundo. 
Sobre el papel de la mujer en la historia hay muchas cosas escritas. Según Carlos Schrader los hijos del matrimonio anterior nacieron antes de que Darío reinara y esto debió tener alguna significación en la sucesión al trono.

(**) No hay que olvidar, que Heródoto es griego, efectivamente y, aunque de Halicarnaso; ciudad esta en la costa oeste de la península de Anatolia, se trataba de una colonia griega. 
Quiere decir que la educación de Heródoto sería preeminentemente griega y tal como él pretende en el desarrollo de su obra, su intención es "dar razón", digámoslo así, de lo que escribe, dejando de lado los mitos como un residuo de supersticiones del pasado.


sábado, 28 de enero de 2017

Heródoto. Guerras Médicas. La batalla de Maratón.


Hacia el año 490 a.c, el rey Darío I, se empeña en culminar la empresa expansionista, consistente en la invasión de Europa para conquistar al pueblo griego.
Heródoto narra el viaje de los persas por el territorio de lo que actualmente es Turquía, para atravesar el tramo cerca del estrecho del Bósforo hacia Europa.

Los persas se disponen a tomar posiciones en la costa de la bahía de Maratón para iniciar un ataque. Vienen desde el norte y han desembarcado en la isla de Eubea donde habrían de someter a los Eretrieos, vecinos de los habitantes del Ática y Beocia

Los estrategos atenienses deciden en asamblea la participación o no en la batalla, punto de inflexión en la incipiente historia de occidente. Sólo un voto de diferencia hay entre los estrategos a favor y en contra de atacar a los persas. Calímaco, uno de los votantes indecisos, es convencido por otro de ellos, el gran Milcíades, para que vote a favor de lanzarse a la batalla pues de lo contrario las consecuencias podrían ser catastróficas para Atenas. 

La infantería griega, los hoplitas, inician la marcha de cuarenta y dos kilómetros hacia la costa de Maratón, donde se encuentra acampado el ejercito persa. Los atenienses son menos numerosos, pero se sienten vencedores y avanzan con enérgico paso. 

Llegados a su destino y a pocos cientos de metros se lanzan a la carga en una formación de doble frente y dos bloques laterales que abrazan al ejército persa que es avasallado. 




Huyen los persas a sus barcos anclados en la costa al mando de su general Datis cuyo objetivo ahora es bordear el cabo Sunio hasta la ciudad de Falero que se encuentra cerca de Atenas con el fin de llegar a tiempo para apoderarse de la ciudad. De hecho, cuentan los persas con algunos filopersas atenienses, dispuestos a traicionar a su pueblo para entregar la ciudad. 

Por su parte, los atenienses parten rápidamente por tierra desde Maratón con el fin de llegar a tiempo a Atenas. 
Llega el ejército de Milcíades de noche, tras una larga caminata de cuarenta y dos kilómetros cubierta en ocho horas. 
Y al alba del día siguiente, aparecen los persas en las costas de Falero, justo en el mismo instante en que, tras tres días de marcha desde Esparta, el ejército espartano con su infantería pesada, es avistado desde las inmediaciones de Atenas, después de que días antes, el gran atleta Filípides fuera como mensajero de Atenas a pedir ayuda a Esparta.

El general persa, viendo al ejercito espartano y apercibido de que la ciudad está fuertemente protegida decide echar marcha atrás para volver a Asia con una gran derrota e innumerables bajas.